La estación del tren recibía la luz azuloscura de las mañanas de Noviembre, y allí íbamos los dos, mi madre y yo, mi madre corriendo conmigo dentro, en esa preñez placentera (de placer y de placenta) y sietemesina. Ya en el tren, camino de la fábrica de pantalones vaqueros, en un eterno y mudo diálogo, (no recuerdo lo que pensaba mi madre), rodeados de ojos mirándonos a los dos, a mi madre, guapa y hermosa, y a su embarazo bello y de costurera de primera.
Es ahora, al escribir esto, cuando descubro de dónde, de cuándo viene el amor por la madre.
lunes, 15 de enero de 2007
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