jueves, 24 de mayo de 2007

Hace un año. Llueve

Llueve. Hace un año, llovía. Poesía bohemia de la primavera. Llovía, llueve, y hace un año quería descubrir la lluvia en tus ojos y todavia no te conocía. El tiempo, puntual, nos ha citado hoy otra vez, pero no nos vamos a ver, sé que no nos vamos a ver, voy a recoger toda la lluvia en vasos de plástico para guardar mis huellas, para buscarte, porque en alguna gota te habrás reflejado, alguna gota, habrá recorrido tus labios, que no guardo porque no encuentro, porque los vasos han caido por el desagüe. Llueve, llovía, filosofía de la primavera, y yo, como Bogart en Casablanca, sin paraguas, mojándome los pies, sabiendo que no nos vamos a ver. Llueve, delirio del tiempo, sudor de nuestras almas y los gatos desaparecidos en la ciudad, perdidos, refugiados, como tú.
Cernuda escribió: "Guardad vuestros labios por si vuelvo", yo te digo: guarda la lluvia de hoy y tus labios, por si dentro de un año vuelvo por aquí, por si acaso, mañana, nos podemos ver. Llueve, tal vez, mi alma esté sudando como la tuya.

martes, 22 de mayo de 2007

De aquella vez que los jamelgos galopaban en silencio

Los jamelgos cabalgan con pezuñas acolchadas por no perturbar la orgía de sangre. Me he cortado las puntas de las venas como haces tú con tu cabello, he teñido la sangre del color del agua para que rondes alrededor de mi cuerpo en su busca. La ingravidez de los pura sangre hacen sospechar que todo es una ilusión, sin embargo siento algo, una explosión en la traquea, una parte de algo que no son tus pechos. Me miras y es como si me violaras dulcemente, como si entraras en las entrañas de mis venas por la puntas cortadas, como si me cogieras una vía. Y yo, tendido en cuerpo y alma, desnudo sobre la cama, observándome lentamente desde fuera, mirándote en mis ojos, recordándote, soñándote tal vez. Desnudo sobre un colchón de hierba, entre caballos salvajes y el juego de mis ilusiones, de tu cuerpo, de nuestras pasiones...
¿Y si todo es mentira? ¿Si todo es lo contrario? ¿Si en vez de ser el soñador eres el sueño? ¿Si en vez de ser el amante eres el amado? Sólo se que dejaría, o tal vez, (dudo), dejé infectar con tu cabello las puntas de mis venas entre jamelgos negros de pura sangre.

martes, 15 de mayo de 2007

De cuando mi alma conoció a la tuya

La menarquía del tiempo cubrió los pies de mi alma. Sangre nueva, sangre fértil, entre infantil y mujer, brillante. El destete de las urracas estaba teniendo lugar. Tal vez, algún gato, estuviera cazando palomas y yo solo soñaba con alcanzar tu aureola, sin conocerte todavía.
Cuando mi alma conoció a la tuya, una golondrina bebía sangre de la menarquía del tiempo en mis pies, una golondrina anormalmente blanca, que te miraba a los ojos, que te pintaba la córnea, que anidaba en tu pelo. Cuando mi alma conoció a la tuya, iba de la mano de un niño muerto, y el niño te miraba, sonreía, me decía en silencio "es ella, es ella", y entonces me acordaba de aquella primera novia perdida, aquella primera novia que nunca fue novia, de todas las que vinieron después que no fueron más que pasiones caducas, secas en mi frente cual gota de sangre de un Cristo crucificado. Y ahora viene tu alma, y me recuerda a todas ellas, y me limpias los recuerdos de mi frente, cual Virgen a su hijo, mezclando en un pañuelo el sudor del momento y la sangre seca del tiempo.
Crucificando palomas me paso el día mientras el niño muerto juega entre los papeles de mi mesa. Quizá, aquella extraña golondrina blanca fuera el esperma de mi alma, que fecundó la menarquía del tiempo en sus pies. Tal vez, el niño muerto venga de ahí, de cuando mi alma conoció a la tuya y la menarquía del tiempo sucumbió en mis pies.

lunes, 7 de mayo de 2007

De cuando tiembla mi alma

A veces, oigo temblar mi alma y no me queda más que mirarte lentamente, despistadamente, con miedo, en alerta para retirar mi mirada cuando gires tus ojos y empieces a partir mi corazón en lonchas, cual charcutera del amor, rompedora de corazones, guadaña de cupido. A veces, oigo morir una golondrina en las manos de mi alma, y sólo deseo lavarla de sangre en tu pubis, echarla al monte de tus pechos, enterrarla bajo tus pies. A veces, oigo follar mi alma con el viento y quisiera que estuvieras conmigo para ver ese dulce espectáculo, ese susurro del viento en mi alma, ese latido doloroso de un corazón en lonchas, esas ganas de querer que humedezcas los restos secos de mis pasiones. A veces oigo correr mi alma delante de mis recuerdos, como persiguiendo vencejos, y quisiera que fueras tú para poder pisar tus pisadas, para intentar borrar tus pies con mi lengua, y que tus huellas sólo atraparan mi boa. A veces, sólo a veces, deja de temblar, deja de follar, deja de correr mi alma, y entonces es cuando exclamo ¡Estoy hasta los cojones del alma!, porque una golondrina ha vuelto a morir en sus manos y no he podido lavar mis manos de sangre en tu pubis, ni poner como excusa eso de enterrarla bajo tus pies por besarte, por ver de cerca las humedades de tu bosque.

jueves, 3 de mayo de 2007

Réquiem por un profesor

A Hilario de Mena, in memoriam
Fue mi profesor de música durante cuatro años. O quizá, fuera algo más que un profesor. O puede que algunos profesores, de una manera imperceptible, formen parte de tu vida, más de lo que uno pueda creer. Hoy, al bajar a mi antiguo instituto, me he enterado de su muerte, me he quedado de piedra. Tal vez no fuera el mejor profesor, pero era una de las mejores personas del instituto, sabía mucho de música, organizaba aquellos conciertos de cámara en el pésimo aula que el instituto tenía reservada para música. Después, en los créditos, en los agradecimientos, no aparecía nunca su nombre, pero él siempre iba orgulloso por los pasillos y cada vez que me veía decía, "esto no tiene solución, así vamos mal". No era muy de izquierdas, no le gustaba la ley de educación, pero le gustaba tratar con las personas. Pocas veces le he visto cabreado. Cuando iba a cabrearse se acariciaba la calva, pero siempre acababa bromeando.
No sé si ponerme a escuchar Carmina Burana, algo de Chopin, la novena de Beethoven o aquel disco que un día puso en clase de los Blues Brothers.
Por primera vez, en mucho tiempo, tal vez demasiado, prefiero llorar a seguir escribiendo. Uno, se da cuenta de que un profesor es tal cuando muere y te emocionas.