martes, 30 de enero de 2007

Round 5

Suena la campana. (Dicen que el amor es una reacción química producida en el cerebro por el olor corporal del otro. O algo de eso.) Están los dos sudando, en el cuadrilatero o en otro lugar, cruzándose, rozándose, diciéndose cosas al oído. A veces se abrazan para coger aire, vuelven a golpearse. Van de aquí para allá, se mueven en todo el cuadrilátero, entodo el ring. Parecen fieras enjauladas. Ninguno gana. Necesitan aire, se abrazan de nuevo. Suena la campana. Cada uno en su esquina, deseando volver al centro de ese cuadrilátero.

sábado, 27 de enero de 2007

En enero

Días de sol frío, de frío cortante. Estos días de frío me recuerdan la última frente de mi madre, el último beso que le dí en su frente. Frío.
Cuando niño, mi madre me daba la mano y me decía, hijo, que calentita llevas la mano, y yo miraba para arriba y sonreía, después metía nuestras manos en el bolsillo de su abrigo marrón y paseábamos por el mercado, y nos parábamos en la carnicería y yo miraba como cortaban los filetes, veía las cabezas de los cerdos pegadas al cristal del mostrador y los cochinillos alineados, mirándome a la cara, con unos ojos, ay, inevitablemente muertos.
Ya no tengo las manos calientes. Desde que escribo, o tal vez antes, mis manos están frías, se debilitan con el frío, duelen los dedos adormecido al golpear las teclas, dedos escualidos y un poco huesudos. Arrugas prematuras en los dedos, manos que fueron de portero de fútbol, manos que con el frío, se vuelven blancas, pálidas, débiles, leves. La levedad de mi escritura.
Quisera volver a tener la mano grande de mi madre, con esas uñas como pétalos hermosos, esas manos que de niño, me calentaban los pies y que me decían "uy, que calentitas tienes las manos".

viernes, 26 de enero de 2007

Round 4

Suena la campana. Abandonan sus esquinas rápidamente, se dirigen al centro del cuadrilátero, se miran fijamente, con violencia, con una violencia lírica y amenazante. Alguno sabe que sucumbirá. Se cruzan, se rozan su brazos desnudos. ("Se trata de un combate atípico", escribirán los periódicos del día siguiente), ella se abraza a él para coger aire, él la susurra al oído. Break! grita el árbitro. Suena la campana, cada uno a sus esquinas. Piensan en terminar lo que ya han empezado.

miércoles, 24 de enero de 2007

Conócete a ti mismo

O mi eterno viaje a la infancia podría haber titulado esto. Mi eterno viaje como el de Odiseo a Ítaca. Conocerse a uno mismo no es más que volver a la patria de donde inevitablemente se ha de partir, en este caso, la infancia. Así pues, Odiseo supo lo que era cuando regresó a Ítaca.
Rilke escribió “mi única patria es la infancia” y mi viaje creo que ya ha empezado, sin rumbo fijo, perdido en la nada. Es un viaje complicado, un viaje con un niño muerto en los brazos, inocente, analfabeto, experimentador. Quiero ser ese niño y llevarme en mis brazos.
Me acuerdo de las tardes de tormenta, esas que ya no hay, tardes de miedo y merienda a las seis. Ahora, todas las tardes, a las seis, huele a merienda que ya no meriendo. Recuerdo las tardes de caligrafía siguiendo una línea de puntos para hacer una “O”, para aprender a escribir, para escribir bien. Ahora escribo mal, recto, como líneas de cardiograma. Ahora me rescribo o escribo del mismo tema pero con distinto matiz, por descubrir de nuevo la tierra perdida de la infancia.
Odiseo, de regreso a Ítaca, se ensañó y mató a todos los pretendientes de Penélope. Quizá si algún día llego a esa tierra perdida, me ensañe con Peter Pan hasta intentar matarlo. O quizá demostrarle, con la luz encendida, que vuelvo a ser niño y sé lo que es vivir la vida, sé lo que es la vida.
Apenas nada. Nada.

viernes, 19 de enero de 2007

Round 3

Suena la campana. A veces, retroceder un paso es sumergirse en la derrota y avanzar siquiera un metro es forzar el tirar la toalla. Aún hay que mantener las distancias, es demasiado pronto para besar la lona, hay que seguir buceando en su fisiología, mostrarse como uno es. Si te quiere tumbar, primero tiene que aceptar tu fisiología, estudiarla. Los golpes con la mirada se incrementan. Suena la campana. Es tiempo de dudar.

jueves, 18 de enero de 2007

Round 2

Suena la campana. Vuelven al centro, vuelven a cruzarse, a golpearse cada vez más violentamente con la mirada, miden las distancias. Los primeros rounds suelen ser así. Se analizan con más detenimiento, descubren gestos nuevos, se observan detenidamente, de cerca, respiran casi en el hombro del contrincante. Buscan cualquier fallo mínimo, lo ocultan, se ocultan, se cruzan sin cruzar palabra. Golpe de ojos, que supone un gancho en la memoria. Aún tienen fuerza, se resisten. Suena la campana. Se miran de lejos, se pierden en la memoria. (Un minuto.)

miércoles, 17 de enero de 2007

Round 1

Suena la campana. Se miran, se estudian, observan su comportamiento, examinan su fisiología, se golpean con los ojos, avanzan un par de pasos, se cruzan y se vuelven a mirar. Apenas se rozan, no se dicen nada, memorizan gestos y los interpretan. Una vez en la esquina, intentarán descifrar esos gestos, sus pasos, sus golpes, su manera de moverse. Mientras tanto están el cuadrilatero, descubriendo el punto débil del contrincante. Suena la campana. Hablan con sus ayudantes o meditan en silencio.

martes, 16 de enero de 2007

Maneras de concertar una cita.

Existen varias maneras de concertar una cita, a mí se me ocurren algunas, todo depende de la imaginación, así pues:
-Enviarla un mensaje al móvil, diciendo hora y día. Simple y fácil.
-Decírselo cuando os crucéis por los pasillos de la Universitaria, rápidamente, que se sorprenda, que no la dé tiempo a reaccionar. Arriesgado y directo; puede que al final no vaya a la cita.
-Dejar en su mesa un papelito con la fecha, la hora y el lugar. Tampoco irá, creo.
-Dejar en su mesa un sobre, con una entrada de cine: Película- algún ultimo estreno. Hora:18:00. Butaca:54. Fila: 20. Previamente tú te quedarás con la entrada de la butaca 53 ó 55 en la fila 20. Me gusta esta manera de concertar una cita. Puede que tampoco vaya.

Alguna manera más habrá, hasta donde os lleve la imaginación, eso seguro.

lunes, 15 de enero de 2007

Apunte (II)

La estación del tren recibía la luz azuloscura de las mañanas de Noviembre, y allí íbamos los dos, mi madre y yo, mi madre corriendo conmigo dentro, en esa preñez placentera (de placer y de placenta) y sietemesina. Ya en el tren, camino de la fábrica de pantalones vaqueros, en un eterno y mudo diálogo, (no recuerdo lo que pensaba mi madre), rodeados de ojos mirándonos a los dos, a mi madre, guapa y hermosa, y a su embarazo bello y de costurera de primera.
Es ahora, al escribir esto, cuando descubro de dónde, de cuándo viene el amor por la madre.

jueves, 11 de enero de 2007

Apunte

Me acuerdo cuando mi madre, embarazada de mí, corría por el andén con todo mi peso, en aquella esférica y brillante preñez redondeada, para coger el tren de las siete.

domingo, 7 de enero de 2007

Personas que me gustaría haber sido

-Francisco Umbral: por ser él, simplemente.
-Humphrey Bogart: por ser Rick Blaine en Casablanca y poner ese gesto impasible y parecer un tipo duro.

-Marlon Brando: "Último tango en París"... por ser el Padrino de la familia Corleone y por enloquecer como lo hace en Apocalipsis Now.
-Camilo José Cela: para haber escrito "La familia de Pascual Duarte".
-Einstein: por sus pelos.
-Jesucristo: por ser el primer revolucionario, el primer antiglobalización, el primer antisistema.
-Lutero: por contradecir a la Iglesia.
-Salvador Daaalí: por ser el Surrealismo y estar lúcidamente loco.
-Picasso: para inventar el cubismo.
-Velázquez: para haber pintado "Las Meninas"
-Goya: para haberme quedado sordo y escuchar mi interior, lo que me atormenta, mis pinturas negras.
-Muhammad Alí: para sobreponerme y recuperar lo que era mío.
-Un toro: para morir luchando y a ser posible matando.
-Un torero: por los "huevos" que le pone para ponerse delante de un toro.
-Cioran: para poder haber escrito alguna de sus brillantes frases.
-Heisenberg: por el "Principio de incertidumbre".

sábado, 6 de enero de 2007

Locura

Pues eso.
"En el amor siempre hay algo de locura, mas en la locura siempre hay algo de razón."
Nietzsche.
Dibujo por: Sergio Sánchez.

viernes, 5 de enero de 2007

Felcitación

Ahora que ya ha pasado la Navidad (o casi) cuelgo aquí la felicitación que sólo mandé a unas pocas personas. Las que se la merecían. A los demás les llega tarde, aquí está.


NO VOLVERÉ A SER JOVEN

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.

Jaime Gil de Biedma.

Yo, como Jaime Gil de Biedma, tampoco volveré a ser joven, seré incapaz de volver a la tierra perdida, a la inocencia robada, a mi patria, mi infancia. Las Navidades son para vivirlas como niños, no con los niños. Pero eso, ay, ya es imposible. Han dejado de gustarme las Navidades. “Envejecer, morir/ es el único argumento de la obra”, dejar de ser niño es el único argumento de la Navidad, sí, eso es.

Sucede, que cada año la Navidad se convierte en algo comercial, con niños poco ingenuos, luces contaminantes en las calles de la ciudad, Papá Noel invadiéndonos, y los Reyes Magos menos creíbles que los de cuando yo era niño. O son iguales. Sí, lo que sucede es que perdí la inocencia gracias a la Navidad.

Esto parece más una felicitación contra la Navidad, pero por cortesía y en ese intento por encontrar la inocencia perdida:

FELIZ NAVIDAD
(Esperemos que el 2007 sea mejor que el que muere)
P.D: Hay gente que se la merecía durante estas fiestas, pero lamentablemente su e-mail o su dirección postal no me llegó a tiempo.

jueves, 4 de enero de 2007

A mi padre

El café solo de después de comer, el café solo acompañado de un cigarrillo rubio que antes, hace algún tiempo era negro...

Viaje en el Metro

En apenas unos segundos, en esa hora en la que todo duda, somos testigos de una metamorfosis de tonos, de colores, de matices. Es la hora del ocaso, del óbito del día, del anochecer, esa hora a la que ya estamos acostumbrados y a la que apenas apreciamos. Una hora de apenas segundos, hermosa y diferente cada día.
Y veo a mujeres hablando por teléfono, el espectro de Humphrey Bogart liándose un cigarrillo, una joven muchacha sentada a mi lado, con un parecido a las actrices de blanco y negro como la Bacall, como Ingrid Bergman, como Gilda. Veo mastodontes carrozados en estampida por la carretera, y mujeres jóvenes como ninfas con carpetas apoyadas en sus pechos, quizá protegiéndose del frío. Hace poco una mujer me dijo que los amigos acaban perdiéndose.
Montañas de colillas abandonadas en algún parque (metáfora de la vida), el Metro colapsado (la otra vida), y estudiantes que todavía no saben que la vida va en serio. "Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde" (Gil de Biedma).
Próxima estación... alguien que veo todos los días y que no sé cómo se llama vuelve a bajarse (monotonía de la vida), rota, rota porque escribo esto en el Metro, vagones huecos, como dragones hambrientos, gente dormida, anestesiada por el traqueteo de los vagones y chicas hermosas.
Y después de todo ¿qué?. Nada, nihil. Nada porque todo no ha llegado y la metamorfosis, los colores, los matices, los tonos ha desaparecido otro día más. Noctem. Astros luminosos, centros artificiales alumbrando la ciudad. Almaceno en mi memoria ojos anónimos de mujeres hermosas. Próxima estación... no me importa quién se baje, solo quiero decir lo que el otro día me dijo una mujer: los amigos acaban perdiéndose.
Acostumbrémonos a eso, igual que a perder los tonos del crepúsculo, a no ver el espectro de Humphrey Bogar fumándose un cigarrillo, a no llegar a conocer nunca a Bacall, a Ingrid Bergman, a Gilda, a no saber el nombre de esa joven que se sienta a mi lado, a no saber exactamente si la vida iba en serio, como nos avisó el poeta.
Reconozco que he perdido amigos, o que los he abandonado, por qué no. He encontrado un nuevo jardín; el otro, el anterior, se está secando. No me arrepiento. Soberbiamente, arrepentirme no va conmigo.
Tarde o temprano, también perderé aquellos ojos anónimos de mujeres hermosas. Cenizas. El parque lleno de cenizas, cigarrillos, humo (¿será eso el espectro de Bogart?).
Creo que la siguiente parada tengo que bajarme. No lo sé.

miércoles, 3 de enero de 2007

Con pie de foto


La gente es como los rayos en los días de tormenta, algunos pasan rápidamente pero otros los capturas con la cámara de fotos y se quedan para siempre y uno se siente orgulloso de esas amistades, de esta foto, por ejemplo.

(Foto tomada desde la ventana del comedor de mi casa)

Walking around (Neruda/Serrano)

Escuchen este poema de Pablo Neruda en la voz de Ismael Serrano, humo, tabaco, poesía... un bar nocturno donde las almas vamos a morir.

Lo escuché hace tiempo, lo leí hace tiempo, me marcó el primer verso, desde entonces, el hombre, no es voto de mi devoción.

martes, 2 de enero de 2007

JACQUELINE

¿Qué dirás esta noche, pobre alma solitaria,
qué dirás, corazón, marchito hace tan poco,
a la muy bella, a la muy buena, a la amadísima,
bajo cuya mirada floreciste de nuevo?
Charles Baudelaire.
Parecía un hombre sobrio y templado, un hombre sin preocupaciones y adinerado. Cabeza efébica, bebía todas las noches hasta estar al borde del coma etílico y de vez en cuando probaba a escribir versos de poeta maldito. Vivía en un barrio de la capital, vivía de alquiler que no pagaba porque no tenía dinero. El poco que tenía se lo gastaba en alcohol para intentar escribir poemas.
Cada día, con el aliento del alcohol, se iba a buscar un trabajo. “No eres el perfil que buscamos”, “no creemos que puedas desempeñar el cargo con cierta rigurosidad”, y tambaleándose, con los ojos inundados en el whisky, volvía a casa, abría una botella y se sentaba en el sillón a beber. A veces, cogía un pequeño cuaderno, o unos simples folios y en el borde empezaba a escribir sus versos con un fuerte olor a Malta.
Borracho de literatura, de versos y de bebida, aquel día decidió no salir de casa. Se quedó en su pequeño sillón de cuero, mesa empapelada de versos falsos, botellas vacías de alcohol. Miraba al techo maldiciendo su vida, recordando a aquella puta que conoció en un bar y a la que robó las medias o las bragas. Una puta a la que escribió unos versos cuando no estaba ebrio, “tus bragas vuelan sobre mí/ como un gorrión desahuciado en el ocaso”. Fumaron y bebieron, él, siempre al borde del coma etílico, ella, tuvo que ser ingresada de urgencia por cirrosis y murió.
Seguía bebiendo, ultimaba la última botella, lloraba a la puta, escribía tristes baladas en las etiquetas de las botellas y se acariciaba el bolsillo como buscando esa prenda robada, como si quisiera recordar el coño humillado y profanado una y otra vez de la puta o quisiera volver a acariciar las pálidas y largas piernas de la chica del lupanar. Echaba otro trago.
En la calle, los vencejos gritaban al ocaso, retaban a los murciélagos. Los colores sobrios y cálidos de la tarde que muere entraban por la ventana, recordando las luces de aquel puti-club donde el falso Baudelaire mató de amor a Jacqueline, de larga melena y fina lencería.
La recordaba entrando al baño de mujeres de aquel antro mal iluminado. La recordaba abrazado a él, con su falo entre las piernas de la prostituta, sentada sobre el lavabo, sudando los dos, llenando el espejo de vaho. La recordaba sellando sus labios con un amor prostituido mientras la acariciaba los pechos. Lo hacían rápido temiendo que alguien entrara. Se volvía a llenar el vaso y bebía.
Lloraba alcohol y melancolía, cogía entre sus manos el vaso ancho con poco whisky, lo cogía con delicadeza, como el cuerpo de la prostituta, lo acariciaba, lo bebía. Besaba el cuerpo de la prostituta como besaba el vaso. Jacqueline, dejó el vaso sobre la mesilla, al lado de la cama, y empezó a desnudarse. Un leve vello le recorría el pubis, un leve vello visible a través de aquella fina lencería, de aquel leve gorrión que ahora acaricia en su bolsillo. El falso Verlaine, o Baudelaire, se levanta hacia el baño, busca entre los cajones y los armarios, se refresca con agua fría la cara, mea, sigue buscando algo, abre un cajón aquí y allá, se lava las manos y por fin encuentra lo que quiere. Sale del baño y extiende a Jacqueline espuma y una cuchilla de afeitar. Le pide que se afeite el coño.
Sentado en el pequeño sillón de cuero, sigue bebiendo y recordando. Sentado en un pequeño sillón, contempla como Jacqueline se afeita el pubis, como cuida de no cortarse, como se sienta en una vieja y ruidosa silla de madera. El brillo dulce y homicida de la cuchilla corre por entre las piernas de Jacqueline. Bebe y bebe.
La copa dorada de la luna entra por la ventana, los murciélagos vuelan en el filo de la noche, la cortan o se cortan, esquivan los afilados cuchillos del crepúsculo en llamas. Gimen entre las sabanas, entre el olor del alcohol y el humo del tabaco y los porros. Las luces cálidas de la habitación dejan insinuar el cuerpo de los amados, de los amantes. La ropa de ambos a los pies de la cama, la braga o las medias de Jacqueline en el bolsillo del falso poeta maldito. Ahora lo hacen sin prisas, saben que nadie les interrumpirá, descansan, beben, fuman, se drogan, vuelven a hacer el amor, de lado, boca arriba, de distinta manera, prueban posturas, vuelven a beber y a drogarse.
El alcohol se había acabado, el falso Allan Poe miraba triste el techo de la habitación, miraba la puerta del baño, recordaba a Jacqueline -¿por qué no Alma o Gala?-, entrando mareada y borracha al servicio, la recordaba vomitando todo el alcohol y la droga de aquella noche. Volvía a la cama, desnuda y joven, muriendo de amor y de alcohol. Se tumbaba entre las sábanas, acariciaba el sexo de su pareja por una noche, se dormía sin saberlo. Otra nausea, otro mareo, otras ganas de vomitar y Jacqueline corre hacia el váter, desnuda y hermosa con los ojos hinchados, borracha de sexo, alcohol y tabaco. Vomita más noche, vomita sangre. El falso Baudelaire, entre las luces rojas y azules de la habitación intenta llamar por teléfono a una ambulancia. Jacqueline, o Alma o Gala, qué más da, (ya el alcohol y las drogas hacen su efecto) sale del lavabo con la vista perdida, con los ojos ausentes, aquellos ojos, aquella mirada bajo donde aquella noche, Baudelaire, o Allan Poe o Verlaine, o cualquier hombre triste hubiera florecido y que ahora, con Jacqueline tumbada en la cama, con los ojos cerrados, inertes, nadie hubiera sido capaz de decir nada, como en toda la noche. Ni siquiera aquel pobre alma solitaria.
Ya los púrpuras del amanecer le violan los ojos, despiertan a los muertos del cementerio, calientan las lápidas. Ya los vencejos madrugadores le avisan que esa mañana es el entierro de Jacqueline.
Apenas sobrio, con la mano en el bolsillo, de pie frente al féretro de la puta, llora alcohol y apaga el último cigarrillo de la noche en sus ojos. El epitafio rezaba “Jacqueline, Alma o Gala – Nadie nos dijo te quiero”. El pobre Baudelaire, el pobre alma solitaria, se desvanece en los claros del cementerio, en lo gris de las aceras. Saca su mano del bolsillo, extiende el brazo y tira las bragas o las medias de la muy bella, de la muy buena, de la amadísima, por una noche, Jacqueline, a una papelera.