jueves, 4 de enero de 2007

Viaje en el Metro

En apenas unos segundos, en esa hora en la que todo duda, somos testigos de una metamorfosis de tonos, de colores, de matices. Es la hora del ocaso, del óbito del día, del anochecer, esa hora a la que ya estamos acostumbrados y a la que apenas apreciamos. Una hora de apenas segundos, hermosa y diferente cada día.
Y veo a mujeres hablando por teléfono, el espectro de Humphrey Bogart liándose un cigarrillo, una joven muchacha sentada a mi lado, con un parecido a las actrices de blanco y negro como la Bacall, como Ingrid Bergman, como Gilda. Veo mastodontes carrozados en estampida por la carretera, y mujeres jóvenes como ninfas con carpetas apoyadas en sus pechos, quizá protegiéndose del frío. Hace poco una mujer me dijo que los amigos acaban perdiéndose.
Montañas de colillas abandonadas en algún parque (metáfora de la vida), el Metro colapsado (la otra vida), y estudiantes que todavía no saben que la vida va en serio. "Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde" (Gil de Biedma).
Próxima estación... alguien que veo todos los días y que no sé cómo se llama vuelve a bajarse (monotonía de la vida), rota, rota porque escribo esto en el Metro, vagones huecos, como dragones hambrientos, gente dormida, anestesiada por el traqueteo de los vagones y chicas hermosas.
Y después de todo ¿qué?. Nada, nihil. Nada porque todo no ha llegado y la metamorfosis, los colores, los matices, los tonos ha desaparecido otro día más. Noctem. Astros luminosos, centros artificiales alumbrando la ciudad. Almaceno en mi memoria ojos anónimos de mujeres hermosas. Próxima estación... no me importa quién se baje, solo quiero decir lo que el otro día me dijo una mujer: los amigos acaban perdiéndose.
Acostumbrémonos a eso, igual que a perder los tonos del crepúsculo, a no ver el espectro de Humphrey Bogar fumándose un cigarrillo, a no llegar a conocer nunca a Bacall, a Ingrid Bergman, a Gilda, a no saber el nombre de esa joven que se sienta a mi lado, a no saber exactamente si la vida iba en serio, como nos avisó el poeta.
Reconozco que he perdido amigos, o que los he abandonado, por qué no. He encontrado un nuevo jardín; el otro, el anterior, se está secando. No me arrepiento. Soberbiamente, arrepentirme no va conmigo.
Tarde o temprano, también perderé aquellos ojos anónimos de mujeres hermosas. Cenizas. El parque lleno de cenizas, cigarrillos, humo (¿será eso el espectro de Bogart?).
Creo que la siguiente parada tengo que bajarme. No lo sé.

1 comentario:

Diana dijo...

Sin querer me voy dando cuenta de como una persona tiene su transición,de como un ave pierde su plumaje poco a poco para la nueva estación,para afrotar posibles cambios...y es hermoso notar la vida,la fuerza,las ganas de vivir...