miércoles, 24 de enero de 2007

Conócete a ti mismo

O mi eterno viaje a la infancia podría haber titulado esto. Mi eterno viaje como el de Odiseo a Ítaca. Conocerse a uno mismo no es más que volver a la patria de donde inevitablemente se ha de partir, en este caso, la infancia. Así pues, Odiseo supo lo que era cuando regresó a Ítaca.
Rilke escribió “mi única patria es la infancia” y mi viaje creo que ya ha empezado, sin rumbo fijo, perdido en la nada. Es un viaje complicado, un viaje con un niño muerto en los brazos, inocente, analfabeto, experimentador. Quiero ser ese niño y llevarme en mis brazos.
Me acuerdo de las tardes de tormenta, esas que ya no hay, tardes de miedo y merienda a las seis. Ahora, todas las tardes, a las seis, huele a merienda que ya no meriendo. Recuerdo las tardes de caligrafía siguiendo una línea de puntos para hacer una “O”, para aprender a escribir, para escribir bien. Ahora escribo mal, recto, como líneas de cardiograma. Ahora me rescribo o escribo del mismo tema pero con distinto matiz, por descubrir de nuevo la tierra perdida de la infancia.
Odiseo, de regreso a Ítaca, se ensañó y mató a todos los pretendientes de Penélope. Quizá si algún día llego a esa tierra perdida, me ensañe con Peter Pan hasta intentar matarlo. O quizá demostrarle, con la luz encendida, que vuelvo a ser niño y sé lo que es vivir la vida, sé lo que es la vida.
Apenas nada. Nada.

1 comentario:

Alice ya no vive aquí dijo...

Demasiados niños perdidos siguen reclamando que les den el final de cuento que una vez les prometieron. Ese final de principio donde nunca se acaba ni se empieza, sólo se vive.

Ojalá viniera el camino de regreso señalado con baldosas amarillas.