jueves, 8 de noviembre de 2007

Breve

El taxista que me recojió anoche, conducía el taxi como si tocara el piano. Tanto es así, que sobre el capó del coche, la mismísima Edith Piaf restregaba su culo mientras oíamos su voz en la radio.

Las soledades selectivas de la vida.

No me gustan las luces de las ciudades. Las odio. Desde el cartel de bienvenida de Las Vegas hasta el de "Schweppes" de la Gran Vía.

2 comentarios:

Lince dijo...

a mi, en cambio
una de las cosas que más me gustan de esta ciudad son las luces
y las de gran vía en especial
el sentirme bañada por haces de luces de muchos colores mientras recibo la tibia protección de la ventanilla del taxi.
un día cogemos uno los dos juntos y compartimos experiencias

Musiquiatra dijo...

Estoy con lince. La luz de neón siempre ha sido un clásico de la noche y de los noctámbulos. Las grandes avenidas no serían lo mismo sin ellas.
Eso si. Odio las luces de navidad.
Y me entusiasman las luces rojas y lo que ocultan. Y los sofás rojos.

Me apunto de conductor del taxi (con mampara opaca, por supuesto...)