Decidieron concertar allí la cita. Tal vez lo hicieran por teléfono, o durante la hora de la comida, a las seis, acuérdate. Las cinco era demasiado pronto, las cinco es la hora de los niños, es la tarde con olor a juegos viejos. Las siete, por otro lado, era la hora de los viejos, de su último paseo del día, y recuerde señora ande mucho, es lo que me ha dicho el médico. Pero ellos, habían quedado a las seis, una hora vacía, una hora en la que todo pasa y nada ocurre, en la que perderse y saberse fuera de todo, una hora en la que perder un billete de Metro todavía sin gastar, en la que intentar robar algún libro en Moyano. Una hora en la que tumbarse en cualquier parque y fumarse todo el aire que por allí vuela. Sí, a las seis, los dos, ella y él, sentados en un banco, refugiados bajo una estructura de cemento, a la sombra, los dos deseándose y odiándose, viendo autobuses pasar, amándose y despreciándose, o tal vez sólo se deseen y se amen, mientras por sus cabezas pasan cientos, miles, quizá millones de coches, pero ellos están ausentes, ellos, pueden que estén odiándose y despreciándose, cazando palomas o de regreso a casa. Ella, con su abono transportes perfectamente guardado, él teniendo que comprar otro billete de Metro. Uno sencillo, por favor.
-¿Nos vemos mañana?
-¿A las seis?
-A las seis.
Quizá, concertaran la cita en la boca de Metro.
miércoles, 4 de abril de 2007
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1 comentario:
Me encanta, nos vemos a las 6...;)me tienes que dar indicaciones para llegar a la Catedral:Dun besooo
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