miércoles, 20 de junio de 2007

El payaso

Lamento tu ausencia cuando en el espejo del lavabo me pinto la cara de payaso y me pongo el bombín como aquel que lucía Chaplin. Lamento tu ausencia, cuando vestido de un elegante y triste payaso, me siento a escribir o a recitar los miedos, la flaquezas, las debilidades de mi ser cuando en tardes anómalas, de ánimas suicidadas, me da por vestirme de payaso, de clown en blanco y negro, con traje y bombín, con elogios y tormentos, con ilusiones y sueños. Es entonces cuando empiezo a sacarme palabras de los bolsillos, verbos, es entonces cuando el payaso sufre, porque el payaso no siempre hace reír, es una especie débil, un sentimentaloide, alguien que sufre, que vive como si fuera un alma, que regala sonrisas a cambio de lágrimas. El payaso, el payaso. Clown, lo llaman los ingleses, clown, que suena más serio. Pero a mí, me da igual que me llamen payaso, o clown, porque a fin de cuentas no saben bajo qué carpa actuo, que espectáculo realizo, no apto para niños. Cuando un payaso se pinta las lágrimas negras sobre la cara pintada de blanco, es porque no puede llorar, y tiene miedo de que esas lágrimas le ahoguen por dentro, y tiembla, pues el payaso que se mira en el espejo del lavabo, perfectamente pintado, se encuentra más cerca del alma que el poeta vomitando versos, o el escritor creando páginas. Y cuando llega el momento de quitarse la pintura de la cara, de guardar el bombín para otra tarde, de quitarse el traje, es cuando yo descubro que mi alma es un payaso que sufre por tu ausencia queriendo arrojar golondrinas a tus pies.

(Ya no sé si soy yo o mi alma)

1 comentario:

Judit dijo...

Todos tenemos un poco de payaso...de clown que sale en las ocasiones que necesitas y que se pinta lagrimas ahogadas...
Q genial eres.
Un besazo rey