jueves, 27 de septiembre de 2007

De cuando maté a una hormiga

La primera vez que maté a una hormiga, que yo recuerde, fue en el patio del colegio, con tres o cuatro años. Fue algo fácil y sencillo... casi deprimente. Estaba de pie, en la frontera entre el arenero y el asfalto, observaba detenidamente el movimiento de las hormigas, escalando montañas de piedrecitas, todas en fila, yendo y viniendo como sin rumbo definido. Repito, matar una hormiga fue algo un poco deprimente, pero había que estar ahí, había que dominar la situación. Yo no sabía si por matar una hormiga podían expulsarme del colegio, o me iban a acusar de un crimen o algo por el estilo. Entonces, estudié el entorno. Aparentemente no había ningún tipo de riesgo. Un grupo de niño jugaban a las chapas, otros, más allá, jugaban al fútbol, las niñas con sus muñecas o con sus inventados salones de peluquería, y yo ahí, de pie, con las manos en los bolsillos, con apenas tres o cuatro años, que no conocía a Bogart, pero lo emulaba, estudiando detenidamente el recorrido de esas cientos de hormigas que andaban aceleradas, como sin sentido, buscaba, sin saberlo, a mi presa, buscaba un error de coordinación. Y lo encontré. Una de las hormigas abandonó el recorrido, cruzó la frontera del arenero, se dirijió hacia el asfalto, como perdida, y yo, con gran sigilo, con gran disimulo, sin sacar las manos de los bolsillos, moví levemente mi pequeño pie, y aplasté a aquella hormiga descarriada, a aquella hormiga aventurera. Matarla no fue para tanto, ya he dicho, una experiencia un poco deprimente. Pero he de reconocer que me asusté. Me asusté porque después de cometer lo que fue mi primer crimen, sonó la sirena que anunciaba el fin del recreo, y pensé que ya me habían pillado, que ya era hora de cojer la mochila y abandonar el colegio, en plan el fugitivo, que me iban a expulsar por matar a una hormiga. Pero no, solo era la sirena del recreo, y mi crimen, de esa manera, quedó impune, pasó sin escribirse en las páginas del colegio, nadie se dio cuenta.
Lo cierto, es que aquel crimen nunca me pesó en la conciencia y desde entonces he matado a innumerables hormigas. Pero accidentalmente.

2 comentarios:

Judit dijo...

Osea q de pequeño eras un asesino de hormigas...yo a veces me las comia:$ jejeje

Anónimo dijo...

Muy bueno. Me ha encantado. Me has sacado mas de una carcajada.
Espero que las hormigas no decidan vengarse de ti.
Muchos besos, pequeño delicuente.