jueves, 22 de febrero de 2007

Una rosa amarilla

Una rosa amarilla cubre tu cuerpo de ceniza ya. Una rosa amarilla, dulce y hermosa, como cuando tus veinte años y mi todavía no ser. Recuerdo esa cara joven tuya, de las fotos, de las descripciones, tu primer vestido y tus botas que compraste con tu primer sueldo. Y yo, todavía no era, sin embargo, me acuerdo. Es la prememoria, tu memoria, tu memoria en mi persona, mi memoria anticipada. Y de vez en cuando, papá te regalaba una rosa amarilla para vuestro aniversario, porque te gustaban las rosas amarillas.
De mi memoria surge aquel cumpleaños que no tenía nada que regalarte y te compré una rosa, una rosa roja, el hombre de la floristería no las tenía amarillas. Pero papá, papá de vez en cuando te traía una rosa amarilla, fuerte y vergonzosa, tímida, que a la semana se abría, y ocurría como en el poema de Huidobro "No cantes a la rosa, hazla florecer". Por aquel entonces, yo no cantaba/escribía a nada, y tú, con tu empeño de florista, con tu gusto por la rosas amarillas la hacías florecer hasta que inevitablemente, moría la rosa.
Ahora, tu cuerpo de cenizas ya, bajo una rosa amarilla a la que no canto, para que florezca, a la que llevo siempre conmigo, porque "no hay rosas sin espinas", y esas son las que me ayudan a desangrar mi memoria, la tuya, mi prememoria.

2 comentarios:

Alice ya no vive aquí dijo...

Algunos esperamos el siguiente punto y seguido :-)

Anónimo dijo...

quizas no sea una prememoria, sino tu propia memoria, tus propios recuerdos, que florecen timidos como cual rosa amarilla