jueves, 26 de junio de 2008

Asfalto

Se extendía el asfalto a lo largo de aquella explanada. Nada más. Ni el sonido del aire, ni un pájaro, ni un quejido de nube. Ni un árbol, ni una hormiga. Solo el titilante brillo de las piedrecitas, como minerales, del asfalto. Corría desnudo por el pavimento, corría enloquecido, extasiado, alterado, nervioso. Iba sordo. O eso me hacían sentir. No notaba nada, ni siquiera el calor del brillo titilante del asfalto. Nada. Sólo el aire creado por la velocidad, la locura, el éxtasis, la emoción. Corría, corría ¡corría! No llegaba el fin, era como el vacío, una extraña sensación. Al rato, comencé a recitar en voz alta versos de Homero, algo de Petrarca "temo y espero, y del ardor al hielo paso,", Dante "La Justicia movió a mi alto arquitecto/ hízome la Divina Potestad/ el saber sumo y el Amor primero". Gritaba, gritaba y no me oía, el asfalto, como el cielo, me hacía sordo. Exhausto, caí sobre el brillo titilante del asflato. Brazos en cruz. Sobre mí, el cielo. Entonces, me sentí como un vencejo.

Vencejo. Fotografía tomada desde la ventana de la cocina

miércoles, 18 de junio de 2008

Cosas en tus bolsillos

(Aún sin terminar)

Cuando te desnudas para ducharte
y dejas tendida tu ropa
(los pantalones, la camiseta, la chaqueta, el bolso)
como amapolas tendidas sober la silla,
corro despacio y en silencio a espiar los bolsillos
(de los pantalones, de la chaqueta, el bolso)
y descubro
un otoño gastado de besos, dispuesto a gastarse más
la estrecha línea del horizonte al anochecer
un leve color púrpura
todas las hojas caídas que no encontré
algunos restos de lluvia con rumor de ciudad
un mechero negro y una cajetilla de Lucky con dos cigarrillos y el canto de un gorrión
....

lunes, 16 de junio de 2008

Escribo. Sí. (Punto final)

Una vez, le dejé un texto a mamá. Lo leyó y me dijo.
-Qué bonito. De donde sacas tantas palabras, hijo.

Aquello me emocionó, y ahora, cuando lo escribo, me viene a la cabeza la sonrisa de mamá y me enorgullezco de seguir escribiendo, para mí y para quien quiera leerme.
Escribo. Sí.

Cuerpo.Tú.

"Como tu cuerpo se parece a tí"
L.G.M
Podría escribir, amor,
mil parecidos para tu cuerpo
podría escribir:
Tu cuerpo se parece al firmamento
tu cuerpo es como la cuna de mi sueño
tu cuerpo es el descanso de este guerrero.
Podría escribir, amor
Tu cuerpo es como la felicidad
tu cuerpo es como el mar
tu cuerpo se parece al Paraíso nunca descubierto
para acabar diciendo
tu cuerpo se parece a tu cuerpo,
como tu cuerpo se parece a tí.
Tu cuerpo. Tú.

domingo, 8 de junio de 2008

Sed de vencejo

Cierran cada noche el horizonte
para volver cada tarde a mediados de año.
Reconocen en sus picos
los secretos de los vientos, las brisas y los silencios taimados,
identifican lo ignoto de las hojas de los árboles
y dejan sin voz, a los insectos que osan violar el espacio.
Sed de vencejo.
Lo mejor de los vencejos, es que no pasan sed
y sus corazones, no enmohecen.
Sed de vencejo.

jueves, 5 de junio de 2008

Escribo. Sí.

Escribo en el ardor de los días y me pregunto ¿por qué escribo? No lo sé. Es una confluencia de letras, de pensamientos. En ocasiones escribo sin pensar, me siento, me dejo llevar por la palabras y pienso que por mis venas no corre sangre, sino que pasean letras, palabras, frases, y por mis dedos, por mis manos, me desangro cada vez que escribo. Y hay otras veces que es mi sentimiento, mi sentir, mi alma la que escribe y le entrego mis manos en bandeja de cartón, para que pueda expresarse.
Me desangro en cada texto, y me renuevo de ideas. En ocasiones vierto una sangría de letras pesimistas, que añoran cualquier tiempo pasado, que se resecan en el papel. (Quizá, cada papel sea un día, y cuando cojes un papel en blanco y empiezas a escribir, escribes sobre ese día, sobre el día que en sí, es el papel). Pero luego están esos días en que mi sangre, no es sangre, ni es letra, es sentimiento, es alma, y me desprendo de mí, de mis manos, dejo de ser yo para ser mi alma, y en una extraña quimera, escribo sobre lo que siento.
Aún así, en esas extrañas horas del día o de la noche, en que todo o casi todo parece carecer de sentido, me vuelvo a preguntar ¿por qué escribo? y sólo me consuela pensar que los vencejos de mi barrio tienen comida, que los árboles siguen creciendo, que la poesía ha muerto, que no me importa desangrarme una vez más por mi alma, por mi sentimiento, que esta noche, me despertaré para verme durmiendo y me cortaré las manos, para que la sangría de letras fluya más natural, y escriba un tratado de tu cuerpo en las sábanas de mi cama.
Sigo preguntándome ¿por qué escribo?